Por medio de la Eucaristía El Señor nos aseguró la vida eterna, la cual nos permite entrar en comunión con Nuestro Señor Padre. Somos una cosa con Él y Él es la razón de nuestras vidas.
A continuación, presentamos, de manera especial, cada uno de los momentos que la conforman.
Quien come de mi carne y bebe de mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el último día. Porque mi carne verdaderamente es comida; y mi sangre, es verdaderamente bebida. Quien come mi carne, y bebe mi sangre, en mí mora, y yo en él. Así como el padre que me ha enviado vive, y yo vivo por el Padre; así quien me coma, también él vivirá por mi, y de mi propia vida (Jn 6, 55-58).
Con la Eucaristía recibimos el amor del padre. Con Él estamos a la mesa como hijos suyos que somos. Por medio de la Eucaristía El Señor nos aseguró la vida eterna, la cual nos permite entrar en comunión con Nuestro Señor Padre. Somos una cosa con Él y Él es la razón de nuestras vidas.
Llamada también “Oración Universal” o de los fieles después del Evangelio, en ella la Asamblea hace peticiones en favor de toda la Iglesia, por los gobernantes, por aquellos que sufren alguna necesidad, por toda la humanidad y por la salvación del mundo entero.
Para dar inicio el sacerdote besa al altar y luego reúne la oración de todos los asistentes en forma de oración común.
El sacerdote saluda a los asistentes por medio de esta oración: “Que la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del
Espíritu Santo estén siempre con vosotros”.
Muestra, Señor, tu poder y ven, para que a través de tu protección merezcamos vernos libres de los peligros que por nuestros pecados nos amenazan y confortados en tu gracia seamos salvados. Tú, que vives y reinas con el Padre, en la unidad del Espíritu Santo, y eres Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Algunos asistentes a la Asamblea proclaman textos sagrados, esta práctica actualiza la fuerza de la revelación y la salvación de Dios; además ofrece alimento espiritual para el pueblo.
Está conformada por una Primera Lectura que es tomada del Antiguo Testamento, luego se continúa con el Salmo Responsorial en el cual una persona idónea lee o canta los versículos del salmo y los fieles asistentes repiten una antífona.
Posteriormente la Segunda Lectura es tomada del Nuevo Testamento y se finaliza con el Aleluya, acto con el cual la Asamblea de fieles saluda al Señor
quien más adelante les hablará a través del Evangelio.
Este momento de la Eucaristía constituye la finalización de la Liturgia de la Palabra. Se debe rendir suma veneración a esta lectura, el sacerdote la inicia con la oración: “lectura el Santo Evangelio según…” los asistentes responden “Gloria a ti señor”.
Seguidamente el sacerdote realiza una prédica relacionada con la lectura o con algún acontecimiento relevante para la fecha; la homilía es muy importante ya que permite alimentar la vida cristiana, haciendo más comprensibles los pasajes de la Biblia que se han proclamado, de ahí su significado: “acto de interpretación”;
generalmente es pronunciada por el sacerdote celebrante o
por uno concelebrante que se encuentre a cargo.
De acuerdo a las normas litúrgicas promulgadas por el Concilio Vaticano II “se recomienda encarecidamente, como parte de la liturgia, la homilía, la cual expone, a partir de los textos sagrados, los misterios de la fe y las normas de la vida cristiana”.
Las ofrendas son presentadas a Dios por el sacerdote, quien las bendice y luego ora sobre ellas. Posteriormente pronuncia las siguientes palabras:
“Bendito sea, Señor, Dios del Universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre… Él será para nosotros pan de vida. Que así como mezclamos esta agua y este pan, así participemos de la divinidad de aquel que se dignó a compartir nuestra condición humana.
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino.
Él será para nosotros bebida espiritual”.
El sacerdote lava sus manos y se dirige a los fieles para invitarlos a
unirse en el ofrecimiento. Luego pronuncia las siguientes frases:
Lávame, Señor, y quedaré más limpio que la nieve.
Orad hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable
a Dios, Padre Todopoderoso.
Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad. Santifica estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que sean para nosotros Cuerpo y Sangre de Jesucristo, Nuestro Señor. “Después de acabada la cena tomó el pan, dio de nuevo gracias, lo partió y se los dio diciendo: ´Éste es mi cuerpo, el cual se da por vosotros; haced esto en memoria mía. Del mismo modo tomó el cáliz, después que hubo cenado, diciendo: Éste cáliz es la nueva alianza sellada por mi sangre, que se derramará por vosotros”. (Lc. 22, 19-20)
El sacerdote pronuncia las siguientes palabras mientras pide la efusión del Espíritu, presenta la hostia a la adoración y consagra el vino.
Por Cristo, con Él y en Él, a ti Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
Amén.
Siendo fieles a la recomendación del Salvador, y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir: Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.
Doxología (fórmula de alabanza a la Divinidad)
El sacerdote toma el cáliz con ambas manos diciendo:
Señor Jesucristo, que dijiste a los Apóstoles; “ Mi paz os dejo, mi paz os doy” no mires nuestros pecados sino la fe de tu Iglesia y conforme a tu palabra…
Daos fraternalmente la paz
Que el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, mezclados en este cáliz, nos sirva a los que lo tomamos para la vida eterna.
Amén
El sacerdote fracciona el pan pronunciando las siguientes palabras:
Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los llamados a la mesa del Señor. Señor yo no soy digno de que entres a mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme. “ porque tú has sido entregado a la muerte, y con tu sangre nos has recatado para Dios de todas las tribus, y lenguas, y pueblos, y naciones”. (Ap. V, 9).
La Misa consta de dos partes: la Liturgia de la palabra y la Eucaristía, éstas de encuentran íntimamente relacionadas y conforman un solo acto de culto, por lo tanto los fieles deben participar en su totalidad,
especialmente los días domingo
y en las fiestas de precepto.
Una vez el sacerdote a consumido el vino procede a distribuir la comunión a la Asamblea, durante este momento se escucha de fondo un canto de Comunión que expresa la unión espiritual de quienes están comulgando.
Distribuida la Comunión, el sacerdote y los fieles se disponen a orar durante un par de minutos en silencio.
El sacerdote imparte la bendición final con la cual bendice a los fieles. La despedida que realiza el sacerdote al pueblo tiene por objeto que cada uno de los fieles retome sus quehaceres alabando y bendiciendo a Dios.
La celebración de la Misa concluye en el momento en que el sacerdote dice:
El Señor este con vosotros. Y con tu espíritu. El Señor os bendiga y os guarde, os muestre su faz y se apiade de vosotros. Padre, Hijo y Espíritu Santo. Podéis ir en paz. Demos gracias al Señor.
Concluida la celebración de la Eucaristía inicia el momento de conocernos unos a otros, de ser hermanos, como nos ha enseñado la Eucaristía
que acabamos de compartir.
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